Es increíble, lo dependientes que nos volvemos de la cosas. Ayer se fue la luz en nuestro barrio y ¿que hacemos? nos preguntábamos muchos. Hoy en día es indispensable. El calentador funciona con luz, luego no te puedes duchar, hacerte la comida tampoco, tenemos todo eléctrico en la cocina, en muchos casos ni sacar el coche del garage, porque el mando no nos abre. Total que somos absolutamente dependiente.
Lo más gracioso que nos pasó es que asociado a eso, muchos vecinos no tenían ni teléfono, ya que muy pocos somos los que compramos un teléfono sólo conectado a la línea, lo que permite llamar y recibir llamadas, sin luz. Hoy en día casi todos tenemos sólo teléfonos inalámbricos, que necesitan luz para funcionar.
Ahora bien, está el móvil, vamos a llamar a la empresa que nos da luz y vemos que ha pasado, dime el número. Pues no hay número, resulta que el número lo tenemos en la factura, que como somos ecologistas y la tenemos electrónica necesitamos verla por Internet, y aunque el portátil funciona un rato sin luz, el router, que conecta con Internet, no.
Sólo queda hacer, lo que se hacía antiguamente, salir a la calle con la silla, ver a los vecinos y charlar, hasta que se va el sol y nos acostamos con las gallinas. De todos sólo fueron tres horitas y luego a volver a la rutina, ver la tele, hablar por teléfono y reclamar a la eléctrica 300 euros de la cena de navidad que ya la teníamos congelada, por si suben los precios en seis meses.
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