Otro de los grandes problemas de la alta burocratización de las empresas, es el que da título a esta entrada. Hay tantos intervinientes que unos por otros, las cosas no acaban de salir en condiciones.
Cuando se pretende ejercer un excesivo control, sobre los procesos, corremos el riesgo de que todos los participantes pasen por alto cosas, pensando que se hacen en otro área. Luego llegan los problemas y todos los participantes buscan a un culpable. Casi siempre ese culpable, será el del escalafón más bajo, lo que hace que las cosas acaben por hartar a mucha gente. Pero nadie se para a pensar que quizá, el problema, sea el proceso en sí.
Por eso, cuando se trata de hacer las cosas bien, lo mejor es contar con los menos interlocutores posibles, de modo que todo se agiliza sobremanera y la posibilidad de error se minimiza.
Así que nuestro consejo, de consultores no acaparadores, es que no masifique las direcciones, que los departamentos cuenten con el personal justo, sobre todo en la parte alta, en definitiva, que tenga más remeros que jefes, de modo que la empresa funcione, no que que sea un teléfono escacharrado.
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