Es curioso, en las empresas, es más fácil descargar tu ira con el pobre empleado, que con tu jefe. De hecho, si tu jefe por la mañana, te toca las narices, es probable, que poco antes, se las tocasen a él.
Es importante, por parte de los jefes, recibir con interés críticas, muy a su pesar son humanos y pueden equivocarse, será mejor saberlo que no seguir en el error, que irá creciendo con el tiempo.
No menos importante es, por parte de los subordinados, hacer ver al jefe los errores, en caso contrario, son tan cómplices como él del error y sus consecuencias.
El problema viene cuando el jefe, sólo se dedica a gritar, entonces, la única solución, por parte del subordinado, es hacerle ver que con gritos no se llega a ningún sitio y de seguir así, que se busque otro.
Si todos hiciésemos las cosas de esta manera, seguro que las empresas irían mucho mejor. Pero como cuando alguien grita, el resto agacha la cabeza, pues el que grita se crece y piensa que tiene toda la razón, cuando es todo lo contrario, cuanto más alto grites, menos razón tienes.
Esto es otra de las muestras, del pésimo nivel de dirección de este país.
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