Cuando llegamos al final de cualquier proyecto, todo son prisas. De hecho, las prisas suelen venir cuando se llega al final de cualquier etapa, el arranque, la primera aproximación o el final. Esas prisas traen consigo, normalmente, una mala ejecución del mismo, ya que se pasan por alto detalles, que haciéndolo correctamente, no se pasarían.
Lo más curioso, es que cuando algo no acaba de salir bien, en lugar de culpar, precisamente a las prisas, al intentar abarcar más de lo que se puede o al momento en que ha ocurrido, se intentan buscar culpables, cuando muchas veces no los hay o están en altos cargos, que nunca lo reconocerán.
Una vez más, a nuestro modo de ver, la culpa de todo esto, suele ser una mala delegación, por parte de la dirección, a la hora de repartir tareas. Si delegas, debes hacerlo con todas sus consecuencias, de no hacerlo, lo más probable, es que seas un cuello de botella, que lleve a mal fin el proyecto.
Pensarlo bien, delegar no es perder ningún control, simplemente es confiar tareas a personas, de modo que cada uno tenga claro lo que tiene que hacer y de lo que tiene que dar cuenta, de esa manera la responsabilidad queda claramente definida y no se diluye en un grupo de personas.
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