Cuando vuelves a un sitio en el que estuviste cuando eras pequeño, lo normal, es que las cosas no estén, ni sean, como las recuerdas. En primer lugar, según lo pequeño que fueses, las dimensiones habrán cambiado. Por poner un ejemplo, con cinco años mides, normalmente, la mitad de lo que mides siendo adulto. Por lo tanto si vuelves a un sitio, siendo adulto, en el que estuviste con cinco años, todo será la mitad de grande de lo que lo recordabas.
Los sabores también evolucionan. De pequeño, tus sentidos están evolucionando, por lo que cuando vuelves a un lugar, siendo adulto, si te da por probar algo que te gustaba mucho, lo más probable es que te lleves una decepción, ya que no sabrá igual que cuando eras pequeño.
Analizando todo esto, lo mejor que puedes hacer cuando viajes a un sitio, en el que estuviste en la infancia, es rebajar las expectativas, ya que de esa manera todo lo que veas, oigas, huelas, toques o pruebes, será todo lo estupendo, que tiene que ser, pero no lo compares con lo que sentiste de pequeño, porque no será igual y te decepcionará.
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