¿Cuántas veces, cuando hablamos con alguien, sólo le oímos? Nos imaginamos que muchas. La verdad es que lo suyo es escuchar, no simplemente oír. Cuando oímos, sólo enlazamos unas palabras con otras, pero no comprendemos lo que nos dicen. Por eso debemos escuchar, de manera que comprendiendo, se consiga interpretar y poder emitir un juicio de valor, que aporte algo.
Para verlo con un ejemplo, en cualquier discusión política, por norma general, los interlocutores, sólo se oyen, de manera que cada parte suelta su discurso, sin escuchar al otro, por lo que ninguno se enriquecerá de lo bueno de la otra parte y no se avanzará. Por eso suelen ser discusiones bastante inútiles.
Si esto se lleva al trabajo, lo que se consigue es tener todo excesivamente cerrado, de manera que, cuando alguien intente aportar algo a los procesos establecidos, no se le haga caso, aunque esté aportando algo fundamental para el proceso en cuestión.
Por eso, es muy bueno hacer encuestas a los empleados, leerlas con atención, para luego aplicar las buenas ideas. Seguro que, haciendo esto se consiguen dos cosas, la primera, que los empleados se sientan parte activa de la compañía y por otro mejorar los procesos de la compañía y con ello, la productividad de la misma.
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