Hablamos muchas veces de cómo pensamos, que deben hacerse las cosas. Hoy hemos caído en la cuenta que lo que contamos, a pesar de decir que es nuestra opinión, lo decimos como si fuese la única y perfecta opinión. Obviamente, si es nuestra opinión, está claro que creemos, sinceramente, que es la buena. Ahora bien, lo que queremos dejar claro, es que no la defenderemos hasta la muerte, si alguien nos da argumentos de peso, para demostrarnos que estamos equivocados, nos quitamos el sombrero y le damos las gracias.
La sociedad en la que vivimos, tiene muy poco de esto. Somos más de criticar al vecino y si luego nos toca hacer, lo que él hacía, como alguien nos critique, le echamos los perros. Eso no debe ser así. El ser humano, como tal, comete fallos y aceptarlo e intentar enmendarlos, es lo bueno y razonable, de manera que al final, la idea que se saque sea mucho mejor.
Y es que, y esto también lo hemos repetido mucho, cuando una persona piensa sola, lo más probable es que se equivoque y lo que piense, lo haga mal. Ahora bien, si lo que piensa, lo hace con otro, ya no saldrá tan mal y cuantos más sean, mejor saldrá la propuesta. Es cierto que se dilatará en el tiempo y en algún sitio hay que limitar la participación, pero siempre, aunque sea un regimiento quien la elaboró, si hay una crítica, hay que escucharla con atención, e intentar ver si realmente nos equivocamos, o tenemos argumentos para convencer al que critica.
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