Es muy triste, estar trabajando y que tengas que intentar, cuando encuentras un problema, cómo resolverlo sin que nadie se entere. Pero esto, es lo que tenemos en muchas empresas, gracias a los directores que las dirigen.
Si cuando tiente un problema, detectado, con solución y que sólo hay que implantarlo, al elevarlo, recibieses el apoyo de la dirección y se agilizase su subida, la gente estaría encantada, tanto de buscar problemas, como de intentar arreglarlos. Pero como cuando sale un problema, lo único que recibes son broncas, te preguntan el por qué del mismo, qué hiciste para que saliese, en definitiva, se centran en que el problema lo has creado tú y no en solucionarlo y ver la forma en que en el futuro no salgan nuevos problemas similares, consiguen el efecto contrario, que cuando lo veas, lo escondas.
Una vez más, la dirección deja mucho que desear, no tomando en serio las cosas y organizando de forma caótica muchas cosas, que son sencillas de organizar. Una vez más, en nuestra opinión, esto viene causado, por la fuerza que tienen en las empresas, los que dan voces, los que no dudan, los que siempre lo saben todo, en detrimento, de los que saben, los que dudan (en busca de la solución óptima), que siempre prefieren analizar antes de lanzarse al vacío, en definitiva, priman los lanzados, en detrimento de los pausados y normalmente, estos últimos, suelen encontrar la solución mejor, mucho antes.
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