En el trabajo, para nuestra desgracia, nos toca lidiar con normas, que no ponemos. En muchos casos, todos, desde el más bajo de la escala de mando, hasta el mando intermedio que podría enfrentarse a la dirección, que dictas las normas, estamos de acuerdo en que son erróneas, pero ahí se queda. El que podría quejarse, no lo hace por el riesgo que entraña y al final, el resto, tenemos que acatar las normas, nos guste o no.
¿Qué opciones nos quedan cuando están las cosas así? La verdad, muy pocas, de hecho, la única que se nos ocurre, es "ir por otro lado", esto es, buscar, dentro de las normas, la forma de cumplirlas, pero haciendo lo que nosotros queramos, siempre dentro de un orden.
Y esto, complica mucho las cosas, ya que no es fácil, estar cumpliendo las normas y, a la vez, haciendo lo que quieres. Pero de no hacer eso, muchas empresas, sobre todo las grandes, no harían nada, porque los procesos que tienen se lo impiden. Ahora bien, todo el que hace esto corre un riesgo enorme, que es que sea pillado, o bien, que en un punto, ese baile en el filo de la norma, haga que caiga y entonces, te darás cuenta que no es la manera de hacer las cosas (al menos es lo que te dicen).
Por supuesto, la opción más cómoda, y cada vez hay más gente que la cumple, es dejarse caer en la normativa, hacerlo todo según las pautas establecidas y siguiendo todos los pasos. Esto nos llevará irremediablemente, a lo que decíamos al principio, dar cualquier paso, será imposible, pero si la dirección así lo quiere, así lo tendrá. Una vez más, será una muestra, de los directivos que tenemos en España, que están muy lejos, del ideal, que realmente hace funcionar (de verdad) una empresa.
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