Ayer una empresa, cuyo nombre no viene al caso, nos instó a eliminar el nombre de la misma de una de nuestras entradas. Por lo visto, al salir su nombre, Google tenía indexada nuestra entrada y en la misma se habla de un timo, que la gente podría asociar a la empresa en cuestión, como la que lo realizaba. Con esto, hemos creído oportuno hablar del título de esta entrada y es que, en multitud de ocasiones, el que menos culpa tiene de las cosas, esto es, el mensajero, es el que se lleva los palos y no está bien.
Cuando alguien ofrece un servicio, está ofreciendo a sus clientes, hacer lo que ellos quieren, en su lugar, pero claro, por mucho que quieras filtrar a clientes indeseados, alguno se cuela, cosa de la que, como suministrador del servicio, poca culpa tienes, ya que el servicio en sí, no es un fraude, pero sí, la forma de usarlo.
Vamos a verlo con un ejemplo. Si alguien contrata un servicio de envío de correo a un listado de direcciones, el que lo suministra, desconoce para qué se va a usar, por lo que no tiene culpa, si luego, el que lo ha contratado, se dedica a poner todo tipo de direcciones que encuentra por Internet y les manda SPAM. La empresa que suministra el servicio, sí está obligada a informar qué se puede hacer y qué no, con su servicio y en caso de recibir un reporte de abuso, cancelar el servicio al cliente, pero nada más.
Por eso, cuando veáis un chollo, cuando algo os suene a timo, probablemente lo sea, lo que hay que hacer, es leer muy bien todo (sobre todo la letra pequeña) y, en caso de estar de acuerdo, contratarlo, pero leerlo todo. La ley nos protege de esa manera, obligando a explicar, lo que se hace a los usuarios, pero luego es responsabilidad del usuario, leerlo y aceptar las consecuencias.
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