Aunque por el título, podríamos hablar de las series interminables, que mientras tengan audiencia van agregando capítulos, cada cual con menos sentido que el anterior, para alargar el fin de la serie y, cuando la audiencia baja, hacen una chapuza de final y liquidan la serie, no es de lo que queremos hablar.
Hoy queremos hablar de algo parecido, los proyectos con un plan ajustado (e impuesto), que ves desde el inicio del proyecto, que no va a llegar en fechas y entonces, lo que hacen los participantes, es alargar ese desenlace. Van a reuniones, todos los integrantes del proyecto dicen que su parte va sobre el plan y sin retrasos, que a quizá tengan algún retraso, en caso que se retrasase otro de los integrantes, pero si no, llegarán sin problemas. Y así, uno tras otro, todos van llegando al final del proyecto.
Y en ese final, como no podía ser de otra forma, el proyecto hace aguas por todos los sitios, ya que ninguno dijo la verdad durante el desarrollo del proyecto. Por lo tanto, un desenlace que se veía claro que iba a ocurrir, se ha retrasado, por el mal trabajo de los equipos que integran el proyecto.
Y estas cosas, que pasan más a menudo de lo que pensáis, no ocurrirían, si la dirección, se preocupase de escuchar a su gente. De escucharles, si cuando se propone una fecha, tu gente te dice que no será posible, hazles caso, porque, casi con toda seguridad, no será posible. Pero claro, normalmente, el nivel de dirección que escucha que no es posible, le faltan agallas para escalarlo y, al final, al que toma la decisión de la fecha, sólo le llegan mensajes tranquilizadores y, al final, todos se caen, con todo el equipo. Y, como no puede ser de otra forma, el que paga la fiesta, es, por norma general, el de más abajo, que, casualmente, es el que no ha tenido ninguna culpa.
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