Cuando uno ve que a su alrededor, todo se desmorona, que la gente no se implica y además, los que parecen implicarse tienen intereses dentro, te horrorizas, interiorizas lo que hay y, con mucho cuidado, si eres una persona implicada, te metes hasta las cejas por intentar, que el proyecto que mejor te parece, salga adelante.
Y no es fácil, porque siempre encuentras personas que no hacen las cosas, como piensas que deben hacerse y toca tener tira y afloja, con unos, con otros, pasas por épocas de abandonarlo todo, de pensar ¿por qué me he metido en esto?, pero siempre, cuando el grupo es bueno, unos y otros, van alternándose en el pesimismo y optimismo, consiguiendo que las horas bajas de uno, suban de moral, con las altas de otro, de manera que el grupo funcione.
Como decimos en el título, arrimar el hombro es una decisión compleja, ya que siempre, la opción sencilla es quedarse en casa, quejarse desde el sofá, o en el bar, de lo mal que están las cosas y echar la culpa al resto, en lugar de arrimar el hombro. Pero no hay nada más satisfactorio, como apoyar algo, ver que sale adelante y que al final, tu decisión compleja, que obliga a quitar tiempo a familia, amigos, etc... merece la pena.
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