En vacaciones, una de las cosas que todos hacemos, es evaluar el año pasado y nos hacemos propósitos de cosas que cambiar a la vuelta. Lo malo, y eso te lo dice la experiencia de cada año, es que a la vuelta no haces prácticamente nada de lo que tenías planeado. Ocurre lo mismo que en fin de año, muchos propósitos, que casi siempre quedan en agua de borrajas.
Lo que hay que preguntarse es porqué nos pasa. En nuestra opinión es, una vez más, por el egoísmo de cada persona. Ese egoísmo, hace que cada uno piense sólo en él, de manera que sólo mejora su parcela, por lo que al volver a la vida postvacacional, lo único que consigue es que el resto vea que sólo está mejorando el de al lado y eso, llevado a todos los que te rodean, lleva a volver a la misma situación.
La única manera de mejorar nuestro entorno, es pensar globalmente, cómo hacer las cosas, para que todos, cediendo un poco cada uno, estén contentos con la nueva forma de hacer las cosas y así, todos se implicarán en hacerlo funcionar. Pero, como decimos muchas, somos egoístas por naturaleza y pocas veces se consigue este objetivo, que os aseguramos, es el que mejor funcionaría.
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