Hablamos muchas veces del teletrabajo, del trabajo en equipo, de fomentar que todos seamos iguales en el trabajo, pero en la empresas, y los que trabajamos en ellas, estamos muy lejos de conseguirlo.
Una de las muchas cosas que lo alejan, es la obsesión de todo el mundo por tener un despacho. Cuando a un empleado se le da un despacho es como si le ascendieses, por lo que están muy cotizados. En nuestra opinión, nadie debería tener despacho, salvo los muy altos cargos y sí tener oficinas con grandes espacios y salas de reuniones de diferentes tamaños, que se podrían usar como despachos, en caso de necesidad por cualquier empleado.
De esta manera, haces mucho más equipo y consigues que todo el mundo se sienta igual, el trato humano se armoniza y cuando alguno requiera un trato privado, bien por una llamada telefónica, o reunión, que pueda ir a esas salas.
Pero en España, al menos, estamos lejos de ese modelo, lo que hace que la versatilidad de los espacios y el ansia de los empleados por tener despacho, siga haciendo que todos busquen la manera de tenerlo, juntando armarios, poniéndose en esquinas, etc... para, al final, intentar hacer lo que quieren, sin ser vistos y así nos va.
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