Si ayer hablamos sobre lo complicado de cambiar la forma de hacer las cosas, no os podéis imaginar cuando las cosas cambian, ya no por un intento de mejor, si no porque algo se estropea en la cadena de lo cotidiano.
Ese momento es en el que entramos en lo hemos llamado "modo pánico", tal y como hemos titulado esta entrada. Y entrar en "modo pánico", lo único a lo que puede llevarte es a no pensar y hacer cosas totalmente ilógicas, como escalar a tus superiores un problema, que no es tal y que podríamos resolver en menos tiempo, que el que desperdiciamos estando en "modo pánico".
Cuando ocurren estas cosas, nos acordamos de una anécdota que nos contaba un buen amigo, sobre el tiempo que perdió de crío discutiendo con su madre si bajar o no a la compra, al final siempre solía bajar y había perdido el tiempo de discusión, más el de bajar a comprar, con lo que si directamente bajas, el tiempo previo de discusión, lo podrías emplear en disfrutar.
Pero no, se suele preferir entrar en "modo pánico", hacer mil llamadas, ponerlo en conocimiento de media compañía y no pensar en una solución, que te elimine el problema.
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