Pues sí, ésta frase, que es bastante conocido, por lo menos para nosotros, es algo muy habitual y se ve a la legua, en cuanto alguien toma posesión de un cargo, sea el que sea.
Si además ese cargo es público (ésto es, expuesto a los medios), se nota mucho más. Tan sólo el día que se planta delante de unos micrófonos y unas cámaras, ya le cambia la cara, habla de lo que sabe (o no), y queda como el mejor del mundo, aunque sea el último que llegó, sobreactuando en todo momento.
Luego toca trabajar, y en muchos casos, cuando alguien no vale para trabajar y sólo para figurar, al poco tiempo verás que tira de cargo para sacar bien su fachada, aunque se lleve por delante a otros muchos.
De ahí la frase que da título a la entrada, ya que todo el mundo es bueno, hasta que le toca tener un cargo, entonces la cosa cambia (en la mayoría de los casos, afortunadamente, no), saca su mal carácter, su poder (gracias al cargo) y por lo tanto, deja de ser aquella buena persona que creías que era.
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