Se sigue hablando mucho de la igualdad. Igualdad de oportunidades para todas las personas, independientemente de su sexo género, raza o religión. Pero claro, es algo tan sumamente absurdo, que no nos lo podemos creer. Y no podemos hacerlos por varias razones. La primera es que, desde que nacemos, ya no somos iguales. No hay más que ver las oportunidades que tienes si naces en Etiopía o en Berlín, por ejemplo. Tampoco es igual, ya que somos anatómicamente diferentes, que ciertos trabajos los puedan hacer hombres y mujeres de la misma forma. Al igual que, por mucho que pidamos igualdad, nunca un hombre podrá tener un hijo.
Pero dicho ésto, hay que intentar que en condiciones similares y con las mismas cualidades, cualquier persona, independientemente de su sexo género, raza o religión, tenga las mismas condiciones para ejercer y cobrar un sueldo. Eso sí, teniendo claro que si llega el hijo del jefe, como decíamos en el párrafo anterior, por ser hijo de quien es, tendrá más oportunidades de quien no lo sea.
Así que, igualdad sí, pero no nos volvamos locos pidiendo utopías, porque nunca llegaremos a ellas. Luchemos sin descanso, por aquello que sea posible conseguir y que todos merecen tener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta lo que quieras, pero no lo uses para hacerte publicidad, o el comentario será eliminado.