Cuando somos pequeños, siempre nos fijamos en nuestros mayores y queremos ser como ellos. Además el tiempo no pasa y parece que vamos a ser pequeños siempre y nos dedicamos a intentar imitar lo que hacen, con la esperanza de ser como ellos.
Pues bien, a las empresas les pasa lo mismo, cuando son pequeñas, implantan procesos y organigramas como los que tienen las grandes y comenten el mismo error que las grandes, pero multiplicado por mil. Y decimos que es un error, porque todos esos procesos implican mucho trabajo, que no aporta nada al negocio, que al final es el que trae el dinero.
Por eso, al igual que los niños, las empresas pequeñas deben madurar, para poder llegar a ser como las grandes. De hecho, deben analizar muy bien cómo se hacen las cosas en las grandes para que, llegado el momento de implantarlas en la pequeña, no se cometan los mismos errores.
La gran diferencia entre niños y pequeñas empresas, es que los niños deben dejar pasar tiempo (no les queda otra) para crecer, mientras que las pequeñas empresas, pueden intentar crecer a un ritmo superior al normal, lo que les llevará, casi inevitablemente, al fracaso.
Así que darle tiempo al crecer, que la naturaleza es sabia y todo necesita su maduración óptima.
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