Por fin ayer, se notó que llegó el otoño. Además, tuvimos la suerte de pasar por un puesto de castañas asadas. ese olor característico, que nos lleva a cuando éramos pequeños, porque por desgracia, ya se ven pocos y luego, cuando las abres, recién hechas, ese gran sabor.
Es una pena que las tradiciones no se mantengan, que esos olores de antes, esos trabajos que, aunque no lo parezcan, son importantes, tanto como el de una gran directivo. Pero claro, ahora todos queremos ser ese gran directivo, para ganar más dinero y tener, en general, más de todo, cuando realmente con lo que eres feliz es con un cucurucho de castañas asadas, que te da alguien que es todo lo contrario que ese gran directivo.
Quizá tengamos que plantearnos que la vida es otra cosa, muy distinta a la que nos meten por los ojos y que, por desgracia, los niños cada vez la van recibiendo antes. La vida está en disfrutar de un paseo por el campo, en ver llover, en jugar una partida de cartas al calor del brasero,... en definitiva, en lo de toda la vida.
A ver si llega ese GRAN APAGON, del que tanto se habla últimamente y nos daremos cuenta, que un brasero, nos permite cocinar, calentarnos y disfrutar contando historias reales. Mientras tanto la sociedad seguirá por otros derroteros, incluida esa nueva en el Metaverso de Facebook y nosotros, seguiremos tomando castañas.
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