Es una pena cuando ves que buenos compañeros son despedidos, no porque hagan mal su trabajo, si no porque caen en un departamento, donde son los últimos que han llegado y el jefe de turno, prefiere desprenderse de él que de otro del equipo, aunque ni siquiera se haya esforzado en conocer el trabajo que hace.
Y claro, con esa política, las empresas pierden buenos empleados, en favor de otros no tan buenos, pero que pelotean más al jefe y, sobre todo, no le hacen quedar mal.
De esto hemos hablado muchas veces, la mediocridad es la que va subiendo en los escalafones, de manera que al final se rodean de mediocres que son los que están tomando decisiones, en muchos casos erróneas. Y además no tiene fácil solución, por lo que muchas veces, las personas van esmerándose menos en sus trabajos, al ver que sirve de poco ser el mejor.
Y si a esto le unes el tema de la igualdad, donde se priman algunos géneros, sobre otros, de antemano, algunos puestos, son accesibles tan solo a una parte de las personas, lo que vuelve a ser una pena, que sólo perjudica a la efectividad de la empresa.
Así nos va, claro.
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