Cuando haces un contrato con un cliente, por muy cerrado que lo quieras dejar, tendrá huecos, por los que el cliente intentará pillarte lo dedos, bien para no hacer cosas que quieres que haga, bien para cobrarte esas cosas que no están claras, con importes fuera de contrato.
Esto es algo con lo que debemos contar y ver cuánto se nos puede desviar algo, por esas razones, ahora bien, hay una segunda parte, en la que intentarán pillarte, poniéndote trampas, haciendo preguntas por escrito, para ciertas partes del contrato, intentando que la ambigüedad existente desaparezca y juegue a favor de cliente. Nunca se debe caer en esas trampas, ya que, si lo hacemos, no sólo tendremos los agujeros lógicos, si no que aparecerán estas nuevas premisas, que nos llevará a que el contrato sea menos favorable para nuestros intereses.
Por estos problemas, que en nuestra opinión son de deslealtad (por ambas partes, ojo), hace que los contratos sean infumables y que los precios de las cosas sean desorbitados. Al final el proveedor quiere ganar dinero con el contrato y el cliente, quiere que le hagan de todo por el menor importe posible, lo que lleva a que los precios se inflen, para paliar los contratiempos y que haya más contratiempos, para amortizar ese precio inflado.
En resumen de esto trata la economía capitalista que vivimos, donde hemos dado valor a una cosa, llamada dinero, que realmente, en muchos casos, no vale lo que se dice, creándose burbujas, como las puntocom, la de la vivienda, etc...
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